jueves, 2 de agosto de 2012

La Marcha Atlética aumenta significativamente el tiempo de reacción de los automovilistas

No. No veréis a Fernando Alonso ni a ninguno de sus rivales practicando Marcha Atlética con el fin de aumentar sus reflejos. Tampoco los Campeones del Mundo de Rally mueven sus caderas para arañar centésimas al crono en caminos que cambian tras cada paso de un coche. Ni tan sólo en las autoescuelas fomentan el realizar nuestro deporte para evitar sustos, golpes, partes amistosos, llamadas a erizos... y, todos ellos, ¡deberían hacerlo!

Tal y como sucedía con mis cavilaciones de la anterior entrada, desconozco la realización de estudio alguno, pero el que la Marcha Atlética aumenta en sobremanera el tiempo de reacción de los automovilistas es un hecho. Vamos a remitirnos a los diferentes sucesos que me hacen afirmar ésto con tal rotundidad.

Entendemos por tiempo de reacción la fracción temporal entre la recepción de un estímulo (visual, auditivo, olfativo...) y la reacción física final, una vez nuestro cerebro ha procesado ese estímulo y ha puesto a nuestro cuerpo en acción para adecuar en función a las circunstancias. No será la mismo ver como cae una piedra desde lo alto de un acantilado desde 1 kilómetro, donde nuestro cerebro tal vez provoque la reacción de abrir la boca, o que dicha piedra vaya a caer sobre nuestra cabeza, lo que insta a nuestra supuesta materia gris a intentar evitar el golpe, ya séa corriendo, tapándonos el craneo...

Bien, ya tenemos claro el concepto... Ahora adaptémoslo a la conducción, y no necesariamente a la deportiva. Las determinadas circunstancias del manejo cotidiano de un vehículo tienen diferentes tiempos de reacción: El llegar al coche y sacar las llaves para entrar, entre 2 y 5 segundos; el descubrimiento de un obstáculo en la carretera y el inicio del frenazo, entre 0.7 y 1.5 segundos; el visionado de un hueco para aparcar y el iniciar la maniobra (quepa o no el coche) entre 0.6 y 1 segundo (una de las reacciones más rápidas...); la visión de un paso de peatones, observar si viene alguno, y frenar, entre 2 segundos y 60 horas... y la detección de un marchador, el abrir la ventanilla, soltar una gracia, una carcajada, o cualquier otro tipo de improperio... ¡el tiempo de reacción es instantaneo!

Efectivamente. No he tenido que entrenar mucho esta temporada (2º entreno) para volver a maravillarme con las mejoras impensables de los reflejos de algunos especímenes humanos al volante al cruzarme con ellos. Y cuando digo maravillarme, lo digo de verdad. Cuando un conductor tiene esa habilidad innata, no importa lo denso del tráfico, la iluminación de la vía, el estado de sobriedad o embriaguez... En cuanto el meneo de caderas se refleje en su pupila, no sabrá ni porqué que estará asomando la cabeza por la ventanilla (en ocasiones, y también me remito a hechos verídicos, antes de que el elevalunas eléctrico haya podido ni funcionar, con el consiguiente cabezazo), abrirá la boca, y emitirá sonidos con más o menos sentido, nunca con el fin de alabar el estilo, poner en duda el doble apoyo, corregir la técnica...

No me digais que nunca os ha pasado. Estáis entrenando a las 5 de la mañana, escucháis a lo lejos un coche, pensáis "mira... ya hay quien también está despierto a esta hora", el coche gira la esquina, y, aun no habeis descubierto ni el modelo que un que no me entere yo que ese culito pasa hambre os estalla en los oídos.

¡Que agilidad mental! Ese hombre... ¡si! ¡ese! ¡Seguro que ve en el suelo un billete de 100 € y tarda más en identificarlo! y ni se lo ha pensado para soltarme un piropo! Por supuesto, el claxon es opcional, y los más avezados no dudan en utilizarlo.

Por desgracia he de deciros, que, en mi estudio, veo que sólo unos pocos elegidos conductores desarrollan esos reflejos arácnidos. ¿Serás tú uno de los afortunados?

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